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súplica del enfermo para no quedar impedido. Todos cuantos vimos el hecho quedamos mara- villados; el cirujano don Antonio Zamora, que le había friccionado los miembros paraliticados, el cual pudo comprobar la flacidez y la parálisis de los mismos, con la seguridad del que ha visto mul- titud de enfermos de esta clase en su larga prác- tica de más de cuarenta años ; los sacerdotes to- dos, entre ellos don César de Haro, que fué uno de los primeros de los que se percataron del mal y que llevaron el enfermo a la sacristía, y el que estas líneas subscribe pudo también apreciar en su intensidad lo insólito, lo sorprendente, lo ex- traordinario de la curación después de haber com- probado la hemiplegia completa del lado izquier- do del cuerpo. Ahora bien; la parálisis del brazoy pierna des- apareció instantáneamente durante el corto sueño de cinco a diez minutos. Cuando despertó estaba completamente útil. Era lo que el enfermo había pedido. La parálisis facial izquierda quedaba intacta. Apenas se había modificado. Pero esto no consti- btuía ni constituye inutilidad alguna para el digno y celoso sacerdote, el cual desempeña hoy su cargo como si nada le hubiese pasado. Al principio, tocado por el escepticismo, sin dejar de estar maravillado por las circunstancias que hacían tan interesante esta curación repen- 12
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