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Decía que él no la hubiera metido en la boca del lobo, aludiendo a aquella sabía corporación. Si lo quiere que la discuta, yo la entrego a los vien- tos de la publicidad. « Volvamos al caso. «El domingo próximo pasado, día 21 del corrien- te, fuí llamado con urgencia para que fuera a ver a don Vicente Rodríguez, el cual, según el recado que recibí a las siete y media de la mañana, se hallaba en la sacristía de la parroquia, víctima de una parálisis. Me dirigí allí apresuradamente, lo encontré medio reclinado sobre un banco, acompañado por don César de Haro. Estaba paralítico, padecía de una hemiplegia izquierda completa, el brazo y la pierna de este lado esta- ban completamente inertes, privados de sensibi- lidad y de movimiento, y la cara estaba también paraliticada. La comisura labial era llevada hacia la derecha. La palabra era un poco torpe, sin duda por este defecto, pero la inteligencia era clara; sólo había experimentado una ligera tur- bación en los primeros momentos del ataque, cuando se dió cuenta de la parálisis ya había desaparecido aquella obnubilación del entendi- miento. «¿ Qué fenómenos precedieron a este estado? « Aquella mañana se levantó muy temprano como siempre. En verano y en invierno es cons- tantemente madrugador, Se levantó a las cincoy
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