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160 — transición entre el crepúsculo que muere y la au- rora que se anuncia. Arbolemos, pues, esta ban- dera de regeneración: la pasión de Jesucristo. Como el sol muriente orla las nubes con franjas de púrpura y oro, así la imagen de Cristo en la eruz orlará toda nuestra vida espiritual. En esta hora de angustia horrible y de suplicio de los co- razones, la memoria del Cristo doliente podrá contribuir a un mejoramiento cordial. La desesperación de los que padecen encontra- rá en Cristo el tipo del hombre sufrido y al con- tacto de la Cruz redentora, esa otra cruz que tie- ne su asiento en todo calvario humano, se verá consagrada, y en vez de ser el suplicio de hombre será la esperanza de futura gloria. A eso obedece una nueva asociación que acaba de iniciarse y que, autorizada por el señor obispo de Tuy, funciona canónicamente en Vigo. Lláma- sela «Compañía de Cristo Agonizante», que tiene su reglamento propio y está acomodada singu- larmente para los hombres. Es una buena devo- ción, nos dice su iniciador, que viene a vigorizar y restaurar las demás dándoles lo que les falta, y que nunca jamás debían de haber olvidado: el temple divino de la Pasión de Cristo... Los hombres se acercan con gusto a la Cruz mientras que huyen asustados de la Eucaristía. Es para ellos un manjar demasiado delicado y puro... la eucaristía. Así lo parece.

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