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— 156 — Las consecuencias sociales de un hecho tan extraordinario deben ser inmediatas si la fe no se apagó ya en -las almas. Que padecía un eclipse doloroso es innegable; dar a entender las causas que originaron ese decaimiento no entra en nues- tro plan, pero esperamos que el Cristo despertará la amarga somnolencia de los pueblos, sin que juzguemos necesario aquí desnudar las llagas de una enfermedad social motivada por la ausencia de fe y la amnesia de recuerdos sagrados. Por de pronto, el Cristo milagroso servirá para contener el empuje del mal y para alejar el veneno o neu- tralizar, por lo menos, su efecto en la conciencia pública. Los vicios y los horrores determinan la deca- dencia de un pueblo, pero estos movimientos de- terminan también la ruta de elevación moral que han de seguir; no hay que cerrar el paso a la esperanza, no se ha de ceñir el criterio optimista en una cárcel de frontera; hemos de abarcar el horizonte con ojos de fe y patriotismo. Los gran- des gusanos desombra que oradaban la osamenta de la nación germinaron en el antisobrenatura- lismo ; él, como .causa originaria, desgastaba el vigor de la raza y amenazaba con tragarse el porvenir. Nuestro propósito inicial al borronear estas pá- ginas fué abrir un nuevo cauce al pensamiento dirigiéndolo a la consideración de hechos supra-

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