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— 150 — na a confirmar un dogma, o si induce al fomento de la religión y causa efectos virtuosos, obrándo- se dignamente, no será obra del demonio. Hemos ya estudiado estos detalles más arriba en lo que hace al asunto de Limpias y por tan- to nuestra norma de creer racional y prudente en este punto la concretaremos del siguiente modo : a) Creer que Dios puede realizar estos prodi- gios; b) Creer que los testimonios unánimes y multi- plicados son veraces en conjunto; c) Creer en el prodigio del Cristo de Limpias co- mo cosa humanamente indiscutible. Esta es nues- tra postura en la hora actual. Cuando la autori- dad, con testimonio excepcional, llegue a decirnos lo contrario, creeremos en la posibilidad del mila- gro; creeremos en los testimonios que afirmaron el fenómeno, pero no creeremos en el hecho milagroso. Los testimonios hacían racionalmente creíble, pero no infalible el milagro de Limpias; la Iglesia sóla tiene la infalibilidad. ¿ Y por qué la Iglesia había de decir que no, si tantos testimonios dicen que sí ? La Iglesia no ne- gará, en el supuesto, los testimonios aducidos: no negará el hecho de la visión ; lo que la Iglesia ne- gará (si llega al caso) será la causa del hecho: di- rá que la causa de los fenómenos reales no era Dios, y si no le consta que lo fué, o duda de que lo

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