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— 131 — la ciencia, es un acontecimiento providencial. En una época en que se quiere el triunfo de la natu- raleza sobre la gracia, el del hombre sobre el de Dios, se repite de nuevo: Regnabit a ligno, Deus. Siempre la cruz, trono de luz, de redención, de amor. Siempre la cruz, símbolo del orden, de la paz y de la reconciliación... Desde la cruz quiere Jesucristo renovar todas las cosas. Puede ser esa una finalidad soberana de las visiones de Lim- pias. La ciencia de los soberbios queda humillada ante la fe de los humildes. Todo milagro, por su esencia, es un testimonio del señorío de Dios que no está sometido a las leyes de la naturaleza, pe- ro toda revelación de esta naturaleza sirve de base y de apoyo para la renovación del orden mo- ral. El hombre, al comprender que toda la crea- ción está sometida a la voluntad divina, debe resolverse a practicar también él, cabeza de la creación, un sometimiento igual y más sincero todavía a la voluntad de Dios. Cuando Pio IX, el 8 de diciembre de 1854, de- finió el dogma de la Inmaculada Concepción, a pesar de todo, fué combatido, entre otros, por Morgaez y Beltrán Soler. En el campo racionalis- ta se produjo un terrible escándalo a causa de la definición; sin embargo, la Virgen confundió a todos desde la gruta de Lourdes, diciendo: « Yo soy la Inmaculada Concepción ». ¿Qué querrá decirnos el Cristo de Limpias,

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