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— 130 — Claro es que esto segundo supone la razón filo- sófica de la actuación divina en el hecho de los prodigios, en pro de lo cual hemos aducido algu- nas razones que nos parecían harto convincentes, sin que todavía las creamos definitivas. Ahora diremos a los meticulosos y exigentes, que para atenernos nosotros a este parecer no nos hace falta la comprobación absoluta y mate- mática; basta que ello nos conste con certidum- bre moral. Además, debemos consignar que lo que el padre Cross decía, refiriéndose a la apari- ción de la virgen de Lourdes, tiene lugar en nues- tro caso, esto es, que «no descendió aquí para ejercitar el oficio de los taumaturgos, sino para dar salud a las almas ». Jesús no mira en Limpias para demostrar su poder, sino para demostrar su amor a las almas. Milagro de un orden más ele- vado que el de las visiones es la conversión de las almas. También podíamos repetir lo que dijo el padre María Antonio, insigne apóstol francés y gloria de la orden capuchina, respecto a Lour- des: « Apenas principiaron los milagros, cuando ya comenzaban numerosas conversiones »... Es el fruto del árbol; es la finalidad divina. En una época cuya tendencia es reemplazar en todas las cosas el orden divino por el humano, el dere- cho canónico por el civil, el católico por el nacio- nal, el tradicional por el moderno, la fe por la razón, la teología por la filosofía y la religión por
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