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o 198 pias a «cebarse » en el prodigio; pero las muche- dumbres que en perigrinación allí acuden. ¿no buscan más que satisfacer un capricho ? ¿ Las con- versiones o confesiones de penitentes también son satisfacciones de ojos? ¿No van muchísimas millaradas de devotos en busca de un favor, de una protección del cielo ? ¿Acaso en las cosas que pasan entre humanos pue- de prescindirse totalmente de esos detalles secun- darios? También se le ha ocurrido a cierto devo. to escritor decir que no puede tenerse por prodi- gio del cielo lo que «no se ha pedido a Dios como una gracia ». Afirmar que no hay milagro si el he- cho no acaece por vía de ruego es un error bien Craso, puesto que hay cien milagros de Cristo que fueron realizados por sola iniciativa suya. Ni Cris- to les puso esa condición a los milagros aunque dijese: « pedid y recibiréis ». ¿ Cómo empezaron los milagros de Lourdes ? ¿Cómo los de otros mil santuarios ? Después de obrada la primera mara- villa fué la gente movida a pedir lo que quería ob- tener de aquella virtud cuyo poder se revelaba en el fenómeno extraordinario. Si la característica en los milagros, según el teólogo Medina, es « que edifiquen a la Iglesia », engendren reverencia y temor de Dios, y muevan los fieles a la práctica de las virtudes, no creo que sea difícil llegar a esa conclusión en los hechos de Limpias. Es evidente el crecimiento de la de-

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