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124 — jado transcurrir algunos días, para reflexionar bien. ¡ Jesucristo, Nuestro Redentor, sea bendito para siempre! — Manuel Cubí, presbítero, cape- llán penitenciario del Pilar. — San Sebastián,2 de diciembre de 1919. » Reparos pueriles. Alguien, echándoselas de teólogo (y tal vez sea más que el autor de estas líneas), ha hecho la ob- jeción de que los prodigios de Limpias « ceban la curiosidad » (1). Objeción que pudo hacerse a todos los fenómenos similares, porque ante un hecho extraordinario, naturalmente se excita la curiosidad, y el conglomerado de gente que acude a presenciarlo suele ser abigarrado y, alguna vez, nada piadoso. Lo mismo pudo decirse de los fenó- menos de Lourdes en sus primeras apariciones, y singularmente formuló esa objeción el abate Le- sami contra el milagroso fenómeno de la sangre de San Genaro en Nápoles. ¡Pero el hecho que nos ocupa no fomenta más que la curiosidad ? Curiosidad suele haberla en un turista, en un viajero extraño que para en Lim- (1) Para presentar su objeción se apoyaron seguramen- te en aquellas palabras de Scio : falsa miracula aut solam habere admirationem et humanae curiositati servire.

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