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SS tar con el Señor todo el tiempo que pudiéramos, « A la una y media volvimos al templo y se me ocurrió, pues eran muchos los forasteros y entre ellos varias religiosas Siervas de María, hacer el ejercicio de las Siete Palabras, y allí mismo, de rodillas en un reclinatorio, rodeado por un cente- nar de personas, iba yo meditando en voz alta pa- labra por palabra y rezando un « Padre nuestro » al fin de cada una. « Meditamos las tres primeras sin notar nove- dad, pero al meditar la cuarta, vimos, las tres se- ñoras de casa y yo, la misma agonía que yo pre- sencié el 18 de agosto. Parecía que se quería arrancar de la cruz: no parecía la misma imagen, antes bien, se nota un palpitar anhelante con ex- tertor : levanta la cabeza, mueve los ojos, cierra la boca ; hubo un instante que le veía lengua y dien- tes, y en otro momento apenas se le notaban los labios de cerrados. Tuve necesidad de decir lo que experimentaba. Así estuvo Nuestro Señor duran- te la meditación de la cuarta y quinta palabra, casi media hora nos estuvo enseñando práctica- mente cuanto le costamos : el « desamparo » y la «sed» de nuestro divino Redentor en la cruz. ¡Qué dos leceiones nos ha dado desde la cruz! ¡ Yo no quiero olvidarlas nunca! « Salimos del templo muy cerca de las cuatro, y acompañado por la familia de mi queridísimo amigo don David Peña, volvimos por la tarde, a

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