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— 111— y en los que se resistía a creer por no haberlos observado él y por repugnar a sus ideas pro- testantes. 3ajo esta impresión abandonó la sacristía, sa- liendo al templo, donde de nuevo se fijó en la imgen, admirando su mérito artístico. De pronto el joven se inmutó visiblemente, cayendo arrodillado al pie de la imagen. Al salir de la iglesia, hizo una declaración estupenda so- bre algo que le había impresionado en la ima- gen que sólo contemplaba con sentimiento de en- riosidad. Con la peregrinación regresó por la tarde a Bilbao, dirigiéndose, al llegar, a la residencia de los padres de la Compañía, en la que se entrevis- tó con el padre Ogara, a quien preguntó por el padre alemán que había conocido en Barcelona, El padre Ogara le contestó que ignoraba el pun- to de la actual residencia de su hermano en la Compañía. El joven alemán expuso al padre Ogara la pro- posición que le hiciera un día el jesuíta compa- triota, añadiendo que se hallaba dispuesto a acep- tarla ahora como consecuencia de una visita que había hecho al Santo Cristo de la Agonía. El padre Ogara, al darse cuenta de la impor- cia del caso, aconsejó al joven germano que se entrevistara con el señor cura párroco de San Vicente, don Domingo Agona, que, según parece,

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