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_» 1109 — negocios le impedían dedicar su atención a los asuntos de religión. Fiel a la protestante, el joven alemán trasladó su residencia a la ciudad de Bilbao. en cuya capital llamaron su atención, una mañana, nume- rosos grupos de personas que se dirigían a la estación de Santader, ostentando vistosos distin- tivos. Queriendo inquirir la causa de aquella extraña animación, supo el joven germano que aquellos grupos de personas se dirigían a Lim- pias, explicándosele el motivo de la piadosa pe- regrinación. La referencia de los prodigios del Santo Cristo de la Agonía excitó en gran manera la curiosidad de nuestro joven, quien para satisfacerla solicitó que se le permitiera formar parte de la peregri- nación. Se accedió al deseo, incorporándose el alemán a los peregrinos, con quienes hizo su entrada en Limpias, acompañándoles hasta la iglesia. En ella contempló atentamente el joven ale- mán la veneranda imagen del Cristo, sin notar absolutamente nada anormal en ella durante los actos celebrados por la peregrinación en la ma- ñana de aquel día. Intrigado en su curiosidad, repitió por la tarde el joven Carlos su visita a la iglesia, pasando a la sacristía, donde examinó el libro de testimo- nios sobre el prodigio de que se le había hablado

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