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nada de eso; no queremos decir que cuando el Cris. to de Limpias mueve los ojos y respira orgánico, es el mismo Jesucristo que haya bajado del cieloa informar o animar aquella famosa escultura... Lo que podemos decir es que la virtud de Dios por medio de algún ángel, produce aquel marayi. lloso fenómeno que parece indiscutible en el or- den histórico. No hace falta otra cosa para guardar la fe y la veneración al célebre Cristo. Creemos, con el cardenal Bona, que es opuesto a la opinión corriente de los padres, decir que en semejantes apariciones se verifica un descenso corporal de Cristo al lugar de la aparición. Claro es que en todo esto se salva la presencia real eucarística, porque el misterio eucarístico se exceptúa por ser una promesa y un cumplimiento de Jesucristo en la hora sublime de la cena, cum- plimiento que se perpetuará hasta la consumación de los siglos. Una objeción. Ahora bien. En el milagroso Cristo de Limpias donde ocurre lo que ya hemos indicado, que unos ven y otros no ven, ¿puede apreciarse aquí buena señal? Decíamos primeramente, acerca de la realidad del caso, que la señal más eficaz de ser verdadera visión «externa » consiste en que el hecho se pro-

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