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en este asunto, hemos notado un error... Ellos se sorprenden del «modo» del fenómeno; ellos han ido a Limpias con la mejor buena fe, y han trata- do de observar las faces de la representación aten. tamente, concienzadamente, lealmente. Mientras unos decían : ¡ milagro! otros se que- daban mirando al Cristo fríos y estupefactos:; no veían nada... ¿Cómo es posible? decían. Si Cristo movió los ojos y los labios ¿cómo nosotros, tan des- piertos y leales, nada hemos notado ? Esto los des- corazona... les hace, por lo menos, excépticos de momento. Si existía realmente el fenómeno de la admiración para unos ¿por qué no para todos? Vamos a orientar a estos católicos. Ya hemos advertido que la visión pudo reali- zarse o por la impresión objetiva externa o por inmutación del sentido... Ésta, o por efecto direc- to del Cristo en la retina o por la acción directa de la gracia sobre la misma. En el primer caso realmente el milagro estaba en la escultura. En el segundo caso el milagro estaba en el sujeto. Fuese de una u otra manera, representa un favor de Dios que merece reconocerse y ponderarse, Las manifestaciones de Dios llamadas teofo- nias, son frecuentes en la Escritura y en la vida de los santos. Lo que se presenta a discusión es si esas apariciones « sensibles » de Dios son « per- sonales» o por ministerio de los ángeles. Para nuestro caso eso es indiferente. Es claro que pa-

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