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— 87 ¡Qué era prudente prevenir celadas y dificultades ? ¿Qué podría tomarse de ahí base para burlas y chanzas de mal género? En ese caso no se podría ya manifestar ningu- na convicción por temor a que se hiciera de ella alguna aplicación torcida. Dos hechos son innegables en este asunto, y ellos solos valen más que prolijas demostraciones : 1” desde que comenzaron las visiones no se ha notado ningún conato contra el sentir de la Igle- sia; 2 en cambio, se han verificado numerosas conversiones y se ha renovado el sentido de fe. Puesto lo dicho por delante, resulta inútil que defendamos la verdad en este concepto ; ella mis- ma habla en su favor. Por otra parte, el temor su- persticioso al diablo no se encuentra donde hay fe y se vive conforme a ella... Santa Teresa de Jesús no comprende este miedo excesivo ni la ansiedad de los que siempre exclaman : ¡el diablo! En esto no hace más que expresar la convicción de todos los corazones verdaderamente cristianos: En nuestra literatura medioval se encuentra portodas partes lo que decía Hartman : « Ahí está el demonio sólidamente atado en lo más profundo del abismo infernal, con una cadena al cuello y un anillo a la nariz que le impide levantarse. El sublime poder de Dios le estorba causarnos tanto mal y tender- nos tantos lazos como querría. El mágico prodi- gioso, de nuestro Calderón, está chispeante de in-
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