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A —¿Me amarás? -—Te adoraré. —¿Nunca has dicho esas palabras a otra mujer? SS Mira cómo no te quiero engañar. —¿Y mentiste? —NO lo sé. —¿Entonces? —Ella se murió. —¿Los muertos, nunca resucitan? —Cuando mueren de veras, nunca. ¿Te cansarás de amarme? El corazón no se cansa de querer. —El corazón quiere, pero los ojos aman; y tú vas a ver muchas niñas que amarás. El amor que entra por los ojos es una frivolidad. ¡Precisamente! ¿Yo te he entrado por los ojos? Tú estás como reina y soberana en mi alma. No me des coronas que no las necesito. Quiero saber si puedo fiar de tu corazón aun estando tú lejos de mí. Mejor sería tenerte siempre a la vista. Eso ro puede ser. Somos jóvenes. Tú tienes que se- guir tu carrera. Hay que sacrificarse. —Te quería decir también que yo no acostumbro volverme atrás, pero que si por ventura me llega alguna noticia desagradable, “volveré y no tornaré”. Los ojos se cansan de amar y los labios tienen mentiras rojas de amor. Entiende que tratas con una joven que por encima de todo lo de la tierra pone lo que baja del cielo y lo que a él sube ¿Y qué quieres que haga contigo cuando me vaya? —No te pongo códigos de conducta ni grillos en los
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