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A Y Pero ¿quién es?—instó más fuerte y asiendo con SUS manos las maros que lo vendaban, las apartó de sí. Era la misma Angelita. —¡Pero! ¡Qué pero ni qué niño muerto! Ya estás aquí ¿Y tu enfermedad? Ha sido calculada. Me imaginé todo esto que ha pasado. Me imaginé que vendrías a despedirte, que vendrías solo, que te alcanzaría de sorpresa, que te ta. paría los ojos, que te intrigaría mi juego, que me pre- guntarías por la enfermedad y mil otras cosas ¿Y no te imaginaste que vendría con Marichu? —No, porque Marichu estafá ahora arreglando el al. tar. No ves que es Sábado y mañana... —¿Conque lo sabes? —En absoluto. —¿Y a qué obedece todo ello? —AÁ que necesito hablarte aquí en la aldea antes que te marches. Vámoros por esta vereda del jardín. Nadie puede sospechar nada. —Alguien se reía allí. —Mis padres y mi hermanito. Ya les dije que vendrías y aguardaron la escena. —Iré a saludarlos. Iremos luego. Ahora me tienes que oir con paz; te tengo que hablar con franqueza y lealtad, Empieza, pues—dijo Gaudencio, algo soprendido. —¿Tú me amas? —No; te adoro, —ÉEs esa una palabra que no me gusta. Yo sólo la uso para Dios. La usan los que mienten amor. —Bueno, pues; tú para mí eres como Dios.

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