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AO Jo can on Angelita le dió un pellizco de cariño para que se ca- llara. —¡Hay tantos “peros” en la vida, chico! ¿Qué, te ha puesto alguro Angelita? ¿Crees tú que habrá hecho buena confesión?—in- terrumpió ésta.—Mira ahí el pero... Ha confesado, ¡pero! Ha comulgado, ¡pero! —Chico: me ha dicho D. Basilio que le has dejado encantado. ¿Que dices a eso tú, Angelita, la señora de los “pe- ros”? Que también me siento encantada. .. Durante el desayuno, lo que nunca había ocurrido, se sentaron a la vez los tres: Marichu, Angelita y Gau- dencio. —Hoy mereces que te acompañemos- -dijo Angelita. María requirió de la sirvienta la cafetera para servirle ella misma el café con leche. ¿Me permites? —pronunció sonriente y graciosa la amiga. No sé, chica, si debo permitirte; pero me parece que primero es la hermana. A ti ¿Qué te parece, Gau- dencio? Que puedo serviros yo a las dos. ¡Valiente mozo!—añadió la hermana haciéndole un mimo con los deditos de nácar en la barbilla.-—Te dejo que sirvas a Angelita,

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