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a A Marichu la retuvo un momento el sacerdote que salía del confesonario. Solos Gaudencio y Angelita; interrogó aquél: —¡Qué providencial! ¿Qué me querías decir ayer? Que si te dignarías escribirme alguna vez. —¿Te interesarán mis cartas? ¡Cuando te lo digo! Te he hecho un lugarcito aquí en el corazón, donde llevo a Dios. Pero, ¿podré entrar en él? Ya estás Ayer sentía que tocabas a la puerta; hoy ya te siento dentro. ¡Es tan hermoso esto que has hecho por mí! ¿Por ti? Llegaba Marichu: Oye, Gaudencio: pregunta D. Basilio que por quién aplicará la misa. Gaudencio se enrojeció levemente y se vió cortado: Dile que por “ella”, ya lo sabe; por una difuntita. .. por “ella”. —¿Quién es “ella”? ¿Verdad que soy indiscreta? —Puedes tener derecho. —Derecho, no; interés, sí. —“Ella” es una difunta y los muertos se entierran se ruega por ellos. Decías que me sentías ahí dentro. Aquí, donde acabo de poner a mi Dios, junto a El. Luego, ¿me quieres? Se quiere a todos; te amo; pero Ya volvía Marichu. Aquel pero le aturdió a Gauden- cio; quedaba sin explicación, gravitando sobre su alma como una montaña flotante. — María ¿sabes tú lo que es un “pero”?—averiguó intencionado, Gaudencio. 3 q: : Ñ y $ ” ds REE TOR ARA DS PAI DPP =>
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