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o ciar AMAN - coges todo el busto de Angelita. Sus rulitos de oro y aquella blusita de seda palpitante y deliciosa le robaban todo el pensamiento. ¿Te acordarás de todos?—añadió la hermana. Sí, hija mía—interrumpió la madre—; se acordará de todos porque todos le queremos y porque a todos nos quiere él. No lo creas, mamá. A ti sí te quiere con locura; y a papá porque le hace de generoso administrador. Pero a nosotras ni pizca, ¿verdad, Angelita? La alusión venía de perilla para ella, y con un acentito muy significativo dijo: Aquí solamente yo soy la excluída del recuerdo, porque no soy su hermana y porque no tiene motivo ninguno de acordarse de mí, ni yo lo merezco. Gaudencio tiró del ojal la servilleta y quiso contestar con un ademán de entusiasmo, pero se comprimió. Vol- vió a prender la servilleta y dijo: —- Hay algo para que no me olvide. Algo nuevo—aña- dió con peso. —Papá, ¿qué dices a todo esto: —insinuó Marichu. —Esa es conversación vuestra; dejadme a mí que tengo otras cosas en qué pensar. Creo que Gaudencio se acordará de todos, ¿y quién sabe lo que se acordará de Angelita? Después de cenar, el joven, ya muy animado con aquella oportura intervención del padre, se decidió a in-
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