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Pm o "cl (AAA A Ri cc Y ER rió E a A —Angelita Me he extraviado un poco y venía por este recodo dominada por el miedo. ¡Angelita! No se le venía persona conocida de tal nombre para que le hablara de aquella guisa. Acercóse a ella casi sin luz para observarla. ¿Qué Angelita eres? ¡Jesús, hombre! La de Arracha. —¡Acabáramos!... ¿A dónde vas a estas horas? A tu casa. ¿Pero no has estado hoy en la lección? No he podido. Pero mañana daré dos y quedaré allí toda la semana. Hace un poco fresco, ¿verdad? No tanto. Una joven de tu edad nunca debe de que- jarse de frío. Y ¿cómo vienes por este paraje tan soli- tario y fuera de senda? Hace media hora que te veía venir. Desde la carre- tera te conocí y dije: Voy a alcanzar a Gaudencio; se me hará noche y en su compañía iré bien; pero me he ex- traviado y venía llenita de miedo; temía no alcanzarte., Pues te has expuesto a pasar un mal rato. —Ahora ya pasó. No hay mal que no venga por bien. ¿No te parece? ¿Te parece entonces bien mi compañía? ¡Figúrate! ¡Cuánta luz se ve por allá! ¿Por dónde? Pues por delante, en el pueblo. ¿A dónde miras? Desde la oscuridad se aprecia mejor el brillo de la luz y mejor se estima lo que vale. Si yo hubiese tenido que venir por aquí sola y sin luz.. Menuda! Nunca he andado por este lugar. Sí, es temible viajar de noche y sin luz... Aquella Angelita era úna muchacha bien de la aldea,

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