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== /1 — Los ángeles de la felicidad en el amor no se encuen- ran en el “infierno”. ¿Me has entendido? _Perfectamente; creo que admites también dos in- fiernos. Exacto. Pide a Dios que conozcas un ángel de amor, Pero nos hemos metido muy hondo para una hora. como ésta en que nos espera un apetitoso almuerzo Tengo más ganas de comer que de filosofar. ¡Claro! Vosotros, los filósofos, obligáis a hacer me- tafísica hasta sobre un mantel con viandas. Rosa, llama a los niños—gritó Marichu. Vamos a comer. Supongo que no tendrás que objetar nada a lo dicho. Me gustaría objetarte...; pero comamos; los niños tendrán hambre igual que yo. Estos obedecieron la orden y corrieron a tomar su pues- to en derredor del mantel. ¿Os habéis divertido mucho?—inquirió Gaudencio. Sí; pero las chicas no saben jugar como los chicos. Casi nos hemos enfadado. Tú te querías enfadar—replicó Antoñita. Pero la culpa era tuya y muy tuya. —¿Ves?—dijo Marichu—. Eso es la vida. No se sabe comprimirse; no se sabe amar. Todos hablan de amar y nadie practica el amor. Otro día no vengo yo con Antoñita. Otro día, ¿cuándo? Si Gaudencio se marcha y nadie querrá traernos—repuso la chiquilla. —¿Verdad que te marchas, Gaudencio? Sí, porque tengo que estudiar. Tardarás mucho en volver? —Cerca de un año.
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