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Explícate. Magnífico sólo puede ser Dios y lo que El obra en las almas. ¿Me negarás que estamos en presencia de una obra divina? No, por cierto; pero todo lo material nos da idea de la magnificencia de Dios, como esos tesoros de luz y de gracia que vierte en los corazones y, sobre todo, en el amor. ¡En el amor!... Has pronunciado esa palabra con cierto dejo de misterio. Porque sé que te gusta. Esa palabra te suena siem- pre a gloria. Es que la he vivido. Es la resurrección y la vida. No sé por qué se me antoja que hay amores que dan muerte. —Un día que nos pusimos a debatir sobre el amor los estudiantes, yo sostuve la tesis de la “estética del amor”. No te lo creo. No conociste el amor bello, el amor que da alegría sana, como esa luz del sol. Ese tema lo he leído yo tratado por un genio del arte, —Pero no lo has vivido. Discúlpame que insista. | Te apuesto cualquier cosa a que no me dices dos pensamientos que respondan a ese tema. Pues mira uno: “El amor no es una palabra profana, sino una palabra profunda”. Hermoso pensamiento. Pues voy a decirte otro: “Cuanto más se ama, más cerca se está del odio”. Me parece verdadero, pero no lo acepto. Dime tú uno de los tuyos. Yo no he “vivido” el amor, pero también' guardo
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