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A AN e east e AR ri arabescos de colores. DE ——Me lo dices de broma y esto es muy serio. Lo serio es lo que te propongo. Dios sabe lo que será de ella. Recemos un Padrenuestro. Una oración po T su alma es la mejor obra de piedad. Aquel día como otros durante las vacaciones, María | quiso acompañar a su hermano. Era lo que llamamos un día de campo; de “despedida”. A la “fresca del mediodía”, como decía Gaudencio, bajo unos chopos altísimos y al margen de un arroyito mugidor y claro, tendió los manteles una sirvienta. E El sol centelleaba, pero no podía teñir del iris aquel trocito del arroyo que los dos hermanos ocupaban en charla fraternal y alegre. Luisito, una monada d con Antoñita, jugueteaban inocentes a la vera del cris- tal de una fuentecilla, mejor, manantial de agua que fluye ? de una pared artificial; esto es: hecho para contener la corriente del agua. Una cestita plena de fiambre, de fruta, de dulces, esperaba la hora de almorzar. Ahora un vientecillo agradable meneó la copa de los árboles y dejaron paso a un haz de rayos sobre el mantel blanco tiñendo de colores el pan, la sal y la fiambrera. ¡Qué bonito efecto de luz!- afirmó María. | La luz siempre hermosea lo que toca. j Sobre el suave cristal del arroy( ; ] v e niño, OIDO TT, > difundió el sol unos ¡Magnífico! —exclamó Gaudencio. Ñ No lo conceptúo tal- objetó su hermana.
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