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¿No existe? ¿Me quieres decir lo que hablaste con Revaluce en Durango? ¿Qué es lo que te puso enfermo? —¿Me prometes que eso quedará entre los dos? Si hubiera tenido otra intención hubiera acaso, es- perado este momento para echártelo en cara? ¡Te juro que eso ya acabó! Todo, todo acabó. —¿Me lo juras? ¿Nunca le juraste a ella? Pero figúrate, un año fuera del hogar un hombre joven con el aguijón de las pasiones y con el ejemplo de tanta licencia ¿Crees lícito divertirte a costa del pudor de una niña? ¿Crees inocente engañar a una joven? ¿Qué dirías tú si cualquier amigo tuyo hiciera conmigo eso que tú hiciste con ella? —No hice nada. Me divertí. —Te burlabas de ella, abusaste de tu masculinidad dijo Marichu, chispeantes los ojos. Eso es muy indigno de un hombre honrado y, sobre todo, eso es canallesco ¿sabes? Tenía necesidad de alegrar la vida de estudiante, que es tan aburrida. ¡Si lo supieras! —¡Alegrarte! Está muy bien; pero no acercándote a las flores del mal, ni ofendiendo a Dios. Parecéis personas decentes porque lleváis un traje y porque cursáis una ca- rrera y por dentro sois un “asco”. —¿A ti nunca te acomete una tentación? Sí, porque tengo carne y sangre como toda hija de vecino; y eso ¿qué quiere decir? Pues que todos somos tentados —Eres un hipócrita, Gaudencio. La tentación es una cosa y otra cosa... “eso”. La tentación debe vencerse; A E E O A a 104 Ana tur 1 !
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