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Al otro día discurrieron los dos hermanos una visita a Arana, a casa de la “Aña* María Antonia. Era un pre- texto con el objeto de hablar dos casas serias. Tenían que verse frente a frente. María, con exquisita delicadeza de hermana y con prudencia cristiana quiso evitar que aquel encuentro tuviese lugar en casa. No quería que se enterasen los padres del objeto de aquellas más que serias explicaciones. VIII Camino de Lurgorri iban los dos jóvenes platicando sobre su niñez, cuando Gaudencio se criaba en aquella aldea. Todavía se conservaban idénticos todos los senderos y todas las entradas y salidas de la localidad. Enhiesta como un custodio del cielo se destacaba encima de una lomita la iglesia de Luno. A un lado la vega maravillosa, partida en dos por pequeño río; por la parte alta los es- pesos castañares de corpulentos árboles. A la derecha del camino, pasando por Saraspe, se erguía un pino enorme poblado de pájaros cantores. ANí, en la densa espesura de su copa redonda, existían infinidad de nidales de atrevi- dos gorriones. El fuerte “chirri-chirriteo” de las aves llamaba la atención de todo el que por allí pasaba. Una flor, en una esquina de la vereda. Marichu se inclina a recogerla
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