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E guido a la pelota y la ha alargado, pero el Chiquito vuel. ve a tomar al aire y sacude de nuevo la pelota en otras dos paredes, consiguiendo el tanto. El palmoteo asordaba, Los vivas al Chiquito no cesaban. Se comenzó a dar un ““momio” por él, 100 contra 50... Gaudencio discurre que con una pelota más viva, el brazo de Elicegui domi- nará al Chiquito, y pide a su padre cinco duros para apostar contra 10 que le ofrecen. Los dos pelotaris des- cansan. Belogui se acerca a Elicegui y debió aconsejarle lo que discurría Gaudencio, porque cuando le tocó sacar * cambió de pelota. s Ya habían llegado a los 30 tantos, igualándose otra vez. El de Eibar asegura un revés difícil que iba “arrimado”. La pelota llegó blanda, medio muerta, y Elicegui la volvió a colocar en el cuadro 12. Su adversario se halla fatigado, y al devolver la enorme. Desde entonces era perdido el eibarrés. El ago- tamiento le domina y por mucha habilidad que demuestra no resiste el brazo estupendo de su rival. Sin embargo, ha dado una “cortada” de revés que se aplaude con gusto : y ha de cobrar esperanzas; pero ya es en vano; Elicegui ha contado el último tanto con una “rasa” desde el cua- dro cuarto. “entregó”. La grita y la silbatina fué titudes al terminar un espectáculo. Unos alegres y otros tristes, comentan las mil vicisitudes del encuentro. Los partidarios del Chiquito, con una desilusión fatal dicen: “ya no es él”. Le sobra cabeza, “vista”, pero le falta resistencia. Elicegui, por el contrario, ve menos la pelota pero tiene más cuerpo y mayor peloteo. El eibarrés debe cortarse la coleta. Hay que ver aquellas oleadas que producen estas mul- * : j Fa s y” Los, “quixones”¡de la aldea que han cruzado sus duros iia aSRRGE ACUESTA : es
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