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intolerable el calor; se respira fuego. Sin embargo, de todos los sectores de Vizcaya afluyen coches, trenes y vehículos conduciendo gente a Durango. El gran en- cuentro de ios dos colosos de la cancha apasiona. Son las 10 y 30. El público del tendido, una enorme masa humana coronada de boinas azules y rojas, con escasos sombreros, bulle impaciente por ver la pelea. Ha sonado sobre la losa de la cancha un duro de cara y cruz. Co- rresponde sacar a Elicegui y, según reza un cartelón blanco y negro, el partido es 40 tantos. Elicegui hace el saque blando, confiado, y el Chiquito le resta, ágil e inteligente. La pelota brinca como un de- monio; sale del centro de la chistera con una celeridad vertiginosa. El Chiquito atiende una volea y resulta baja en la pared. En medio de un entusiasmo loco se siguen las peripe- cias del juego. Elicegui lleva tres tantos de ventaja. Las apuestas se hacen a la par. El Chiquito se anima gistrales. Mientras su adver- y acierta dos jugadas mi sario está en el cuadro quinto, ha dejado la pelota ex- pirante en un “chaco”, dentro del primer cuadro. Toma el saque el formidable eibarrés y la pelota resbala en la losa; ha salido como una bala. Se han igualado a 18 tantos. Vuelve a sacar, y Elice- gui levanta la pelota hasta la red. Siguen un tanto de intensa emoción. Elicegui ha lanzado la pelota al cuadro 1.2 y al restarla el Chuiquito en un “al aire” soberbio, aplaude el público que simpatiza con él. Elicegui aprove- cha para unas dos paredes, pero el de Eibar le ha cono- cido y ha volado a la derecha; cuando ha alcanzado la pelota ha dado a su vez otras dos paredes que hipnotizan. El público asiste de pie al espectáculo. Elicegui ha se- ATT ACEITE CITRATO ! Ñ P 5 j €
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