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O con seguridad habrá alguna farrita, “un oasis”. Pero en Durango, ¿qué farra se podrá armar? De todos modos, veamos la metralle de que disponemos—añadió mono- logando y metiéndose los dedos en los bolsillos del cha- leco (Un gesto de displicencia). Siguió el escrutinio a otros bolsillos (Un meneíllo de cabeza)... Una porquería de “capital”—se dijo—. ¡Tres pe- setejas! Sería vergijenza ir con esto, filósofo. Esto es una miseria, y yo no paso por que me tengan por tísico, ni en el bolsillo Aproximóse a mamá con un mohín de cariño: ¡Mamá! Hijo mío Ya has oído lo que me ha dicho papá. ¿El qué? Que mañana iremos a Durango. —¿Y qué? Que os divirtáis mucho, hijito. —Pero en Durango no se da nada a tontas y bobas. No van a ser allí generosos porque uno tenga cara bonita, ni porque sea pariente del rey Jorge... Yendo con tu padre ¿qué te hace falta? —Me hace falta lo que a todo hombre que viaja y lleva bozo. Mamá, ¿no te has fijado en mi rostro? —Eso será cuando se lleva barba. Mas ¿para qué quie- res nada si tu papá está para todo? -Para todo, no, mamá. Pues ¿qué piensas hacer a espaldas de papá? Nada, sino que me encontraré con mis compañeros y ya ves puedo tener un compromiso. —Explícame eso del compromiso. .. Eso no tiene explicación. ¿No comprendes que jun- tos unos cuantos estudiantes derrochan juventud?
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