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en enhiesto, pura sombra de barba. La cara limpia y relu- ciente, el pelo de la cabeza con cosmético y aliñado. ¡Caramba!—exclamó el papá, mirándole—; ya pa- reces un hombre. La madre se sonrió de vanidosa complacencia natural. María objetó: ¿Te has fijado en lo que es eso? El coco de las niñas Al oirlo, la señora recobró su seriedad habitual. Qué, ¿te ha hecho impresión, mamá? Hay frases que deben pensarse antes de decirse. No sé que haya dicho nada anormal. Se oyó la voz del jefe de familia, que interrumpe: Gaudencio, mañana te voy a llevar a ver un partido de pelota. ¿Dónde, papá? El chico hervoroso se animó de súbito; una corriente de vida animó su cuerpo de pies a cabeza. En Durango. Juegan un desafío Elicegui y el “Chi quito de Eibar”, a chistera. Hace un mes que se habla de eso y yo tenía unas ganas terribles de asistir a ese partido. Pues, mañana por la mañana a las 8 saldremos de aquí; procura madrugar y a las 8 listos. Aquella tarde, con el contento del notición, Gaudencio pensó: Me divertiré en grande. Con seguridad que ante un reclame tan poderoso acudirán a Durango algunos de mis compañeros, y tendré noticias que en casa sería im- prudente recibir. Elicegui y el Chiquito son los dos cam- peones; sin duda me veré con mis camaradas, que acu- dirán a presenciar el encuentro formidable. También 4

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