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A E de tu conducta. ¿Quieres que te compare a San Luis? ¿Te parece mejor igualarte con San Francisco de Asís? No exageres. No quiero que digas herejías; pero tam poco que me delates. ¿De manera que te vas a cubrir de santo por unos meses? —Lo que no quiero es causar penas en aquella casa don- de, desde que se entra, se percibe el aliento de una ale- gría sana. Tú crees que saben algo, ¿no es eso? Y por las señales también algos; pero, en fin, es una sospecha “cum fundamento in re”, como dice el doctor Margo. Y después de eso ¿qué piensas hacer durante las vacaciones? ¿No tienes programa? —A lo que venga. Si papá está de humor seguro estoy que me divertiré; pero si sospecha que defraudaron sus esperanzas en mi honradez, ¡tableau! Fíjate su frase a despedirme, cuardo fuí a estudiar: voluntad y hon- radez. -Hermoso programa. Si me clasifica entre los impolutos después de este año de ensayo, me tendrá por “consagrado” y no te digo lo que me divertiré. Mas si sospechan y comprueban la existencia de algún trapillo sucio, será como haber ter- minado mi veraneo y empezar un calvario de vigilancias y escrutinios en toda la carrera. —¿Y qué? ¿Todavía piensas en la dama de las Ca- melias? Supongo que te escribirá. ¿Estarás seguro? —¡Qué se yo! Desearía olvidar todo, pero. Bueno, chico, si vas por casa, ojo, ¿eh? —Descuida.