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ia Sabes, desde aquella discusión ¿Lo recuerdas? Sí, perfectamente. Pues, desde entonces lo considero enemigo mío. ¿Lo eres tú de él? Bien conoces mi modo de ser Nunca guardo enemistad. —Pues haces muy mal en pensar que lo sea tuyo. ¡Si vieras qué pullitas ha gastado mi hermana con- migo! Por ella no me importa, pero que lo sepan mis pa- dres me saca de quicio. Pero ¡tú eres un cándido! ¿Te crees que los univer- sitarios nos tienen por gente decente? El que mejor piensa de nosotros es que somos unos desalmados. Nadie casa la virtud con la universidad; desengáñate ¿Pero la honradez de la familia? Pues, chico, portarse ahora aquí “como de familia” y luego allá como de universidad. No me convence ese sistema...“Ser o no ser”. Soy enemigo de anfibologías. ¡Ya estás con la filosofía! ¿Y con filosofías quieres vivir alegre? Yo quisiera saber gozar una alegría sana. Pues, chico, te daré una receta muy vieja: Para gozar la alegría sana hay que vivir como Dios manda. No lo hacemos, pero lo entendemos. Al fin esa debe ser mi conclusión, pero ¿Sabes que resultamos dos neos? No dí más bien que parecemos dos lógicos necios. He leído en un libro pequeño esta máxima: “El co- razón hecho por Dios tiene una lógica implacable'. “El pecado mismo es castigo del pecador”. No creas que te predico; me predico, pero me enmiendo.

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