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E — —Si venís al anochecer, daremos un paseo, o tomare- mos un café, o iremos a un concierto. —¡Va, va! “Vamos de Jerjes la sangrienta huella”. .. “Tú estás derrotado. A ti te duele el alma. —Sé adivina, ¿verdad? También sentís mi dolor. Se ve la lucha “a través de tu cuerpo de gigante”. —¡La lucha!. —La derrota... Ya no piensa volver a decir: “Oh Venus radiante y poderosa: presenta al porvenir tu mano hermosa”. —Tengo derecho a que me creáis. , Y nosotros el deber de dejarte “a los pies de tu sin par belleza”, o “bajo la lumbre suave de tus ojos”. Va- mos, chico, tienes fama de inteligente, pero veo que ol- vidas muchas cosas que has escrito y hecho. Aquello de: Salud, ricas coronas Para la blanca frente de tu hermosa. —Bueno, hombre, ¡vamos! Me estais amolando, pero mirad con qué humor me sacáis de casa y que con este talante poco os puedo divertir. Las cosas a tiempo. --Tienes razón; te dejamos. Que te corrompas en tu cuarto; pero mañana a las 9 en el tren y procura com- rortarte mejor, porque “esto” no eres tú. | |
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