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7 Ll tro profesor diría que viene de gaudio, de gozo. Tú debes ser hombre de fortuna, de alegría —¡Alegría! ¿Crees tú que haya alguna estrella como el nombre de Alegría” Sí, chico ¿No te acuerdas de Lolita Alegría? Eso no es “alegría sana” —¿Cuál es el camino de la alegría sana? Anda, dímelo tú, Filósofo En esto iban de parla al pasar por delante de una ¡gle- sia. Gaudencio por instinto viejo en su educación y tal vez, al imperativo de sus preocupaciones nocturnas, se quiso descubrir, pero ante el amigo que le acompañaba le asaltó el respeto humano y no se descubrió. Por delante de ellos iba a paso largo otro estudiante. Dí; ¿quién es el aquél? ¿Aquel? El Sublime. Qué, ¿Felipe Pértica? El mismo. ¿De dónde diablos vendrá o irá ese chico a estas horas? Todavía apenas ha subido en su carro el sol. ¿De dónde? Pues seguramente de la iglesia. Se va de vacaciones y todos los años antes de irse a su casa hace la limpieza ¿Cómo? Que todos los años se confiesa para vacaciones. ¿Qué me dices? Y tú ¿te vas como un moro? ¡Como un moro! Gaudencio miróse por dentro y se avergonzó de ser casi moro. Pero oye, Arteche: ¿los estudiantes acostumbran confesarse para el viaje de vacaciones?

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