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=D gemidos entrecortados: ¡Hijo mío! ¡hijo mío! la religión * es un honor para los tuyos ¿y tú, mozalbete imberbe aún la desprecias? Este dolor será para mí una espada. La hermana, que luego se hizo religiosa, ofrecía a Dios sus votos fervorosamente por la salvación de Gaudencio. Parecióle muy duro aquel dolor que causaba en su ho- gar y en un esfuerzo de la pesadilla gritó: ¡No! ¡no! ¡No quiero perder la fe! Al despertarse observó que sudaba copiosamente, pero se calmó al ver que la escena de la pesadilla era un deli- rio. Sin darse cuenta le brotó de los labios un “gracias a Dios””. Atavismos que tienen raigambre sagrada. Al re- flexionar sobre lo que dijo, observó: “Gracias a Dios” ¿Por qué? ¿Porque no estoy en casa? No... sino porque no es verdad la escena imaginada. ¿Y si resulta verdad durante mis vacaciones? Preocupado se levantó por la mañana. Sus camaradas se preparaban para salir a va- caciones también. Al resplandor de su abrasada frente, uno de sus com- pañeros advirtió la preocupación. —Gaudencio: ¿has pasado mala noche? Excelente, un poco afiebrado pero nada; he dormido muy bien. —Afiebrado no se duerme bien nunca. A ti te preocupa algo. Nada. . Tú sientes “arrancarte” de aquí. Te abrasa el alma la separación de algo. ¡Cálmate, hombre, que también pasan, por desgracia, las vacaciones, v volveremos a las antiguas aulas! Cuando nace un hombre lleva un as- tro su nombre. Tú eres Gaudencio. ¿Sabes que ese nom- bre me llama siempre la atención? ¡Gaudencio!. .. Nues-

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