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Vísperas de vacaciones Sentía Gaudencio que sus plantas resbalaban sobre el húmedo suelo que tocaban. Tenía por eso la vecindad de las vacaciones cosa rara y nunca oída.. Le repugnaba tornar al hogar, temiendo que de su corazón manara sangre negra. ¿Cómo presen- tarse en casa tan religiosa en traje de incrédulo? De hecho no lo era. Venía contagiándose, pero allá dentro del alma lucían todavía blancas luminarias de fe. Dijo, pues, para su capote: —-AlNá no será como acá. Libre de la observación de mis compañeros, sin el pésimo aliento de estos libros, que a cada rato veo en maros de rois condiscípulos, podré comprimirme, sabré portarme como antes, poco más o menos. Alguna novedad no habrá de extrañar. Al cabo quien llega ante un altar con respeto, bien podrá aparecer religioso. No estoy obligado a declarar todo mi corazón a nadie. Pero al fin de cuentas ¿qué siento yo? Una lucha ...Un vaho que me sube de abajo y empaña el cristal de arriba. En mi caso estarán otros y otros y sería memez dejar el rico sector de vacaciones sin gozar de sus encan- tos, allá en el pueblo querido. Todavía conservaba, “cual destellos de un fuego divino”, algunas prácticas cristianas. Bien es verdad que no se atrevía a exteriorizarlas, pero las conservaba

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