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OS Entrevista interesante y final Las mejores flores que se abrían al calor de los ojos de Angelita iban al monasterio de María para ser colocadas en el altar mayor a los pies del Tabernáculo... Tres ve- ces al año iba ella misma a llevárselas a su querida Ma- richu, sor Adoración. Mientras la vida es un mar donde el oleaje se divierte en hacer espuma, el puerto de la re- ligión es un remanso quieto, un refugio perfumado de flores del cielo. A veces se acordaba Marichu de su casa, de su jardín, del surtidor, de los pájaros, de la música de sus arroyos, de sus jarritos de cristal, de su cestillo de la- bor. Á veces su espíritu se perdía camino de su casa. Cuando iba a visitarla su amiga y hermana, charlaban de todo, poniendo en cada sombra pasada un color no sólo de conformidad,'sino de admiración en la unión de la Providencia. María no era una monjita “misticona”, enemistada con el cariño. Tenía todavía rebosante el corazón y le salía fresco el chorrito de ternura, limpia y sana. Su voz conservaba el tañido de su alma pura y elevada. A veces tomaba acentos de salterio por lo piadosa, pero general- mente era una voz de “ella”. No había cambiado ni en el sonido. Angelita alegraba los ojos de su amiga con su tiestito de flores escogidas... —Te traigo lo mejor. En cada una te he vaciado un trocito de mi alma... A veces Angelita llevaba sus nenes a ver a su tía reli- giosa. Nunca la llamaban de otro modo. El corazón de

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