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La formación del nuevo hogar Durante los días de Agosto Bilbao es un “bullidero”. Hay fiestas regias: corridas, partidos de pelota, teatro, jiras, regatas. . Se ha anunciado que este año cantará el tenor Aramburu. Aramburu es el tenor más soberbio que se ha oído. Es vasco y estas dos cosas juntas han acuciado a Angelita y se ha propuesto ir al teatro Arriaga. Aramburu tiene una voz de una dulzura de timbre comparable sólo con su potencia única; ni Gayarre, que vino después, ni Caruso, que le siguió en el reinado de los teatros; ni Fleta, que actualmente sucede a ellos, son comparables a Aramburu. Se pone en el cartel la ópera Carmen. Aramburu ha hecho que el aplauso de su triunfo pusiera en peligro el teatro... Angelita ha salido entusiasmada. Se ha fijado en los periódicos y ha visto que otro día cantará el mismo divo “Tosca” y ““Andrea Chenier”. Ha prometido no faltar y no ha faltado Esta vez encontró junto a su palco un joven ingeniero que la acechaba. Angelita ha sorprendido sus miradas. No le ha disgustado. —De no ser Gaudencio, podrá ser él—se le ocurrió. Mas pensó en una vanidad tentadora y procuró alejar de sí aquel pensamiento. Abreviemos. Al año, Angelita se comprometía con el ingeniero. Quería dejar la tierra donde vivía con su tío para formar hogar en la suya. Cuando se trató de esta- blecer, Angelita propuso su pueblo, pero al ingeniero le convenía más Bilbao. Así le pareció también a Angelita,

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