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O ,,39 —¿De modo que estás totalmente resuelto?—-agre. gó Angelita. En el cáliz del alma se escondía un tesoro... No son lo mismo los sueños del alma que este tesoro. Angelita: en mí nació otro hombre de la amargura de tu dolor. Mejor diré: tu dolor fué lo que me descubrió en el fondo de mi cáliz la vocación. -Y ¿por qué no ha de nacer también en mí? Si tú te quedas fuera del mundo, ¿con qué derecho he de quedar yo en el mundo? Seguiré tu camiro. No Las mujeres sois impulsivas. Este viaje tuyo tiene dos significados: que tú no sentías vocación de ser religiosa cuando soñabas en serlo y que yo la tengo cuan- do no accedo a tu cariño Las lágrimas resbalaban de los ojos de Angelita; le ha: ñaban Jas mejillas y el mentón. D. Florencio se pasea por el recibimiento con las manos cruzadas a la espalda, Miraba por la ventana el niovimiento de las ondinas del mar. -Verdaderamente—-dijo en un momento en que se detenía mirando el espectáculo exterior—verdadera- mente que la vida es como eso... olas que van y vienen. —A veces parece que quisiera ahogarnos la ola del do- lor y nos salva Dios, que es todopoderoso—repuso Gau- dencio. Este perfume de las marismas y esta brisa que llega de lejos, nos purifica, nos calma y nos eleva. . Angelita, con su pañuelo de finísima batista en la mano, también miraba el mar. Procuraba estrangular algunos afectos que le subían bien vehementes. Lloraba. No era lluvia dulce la de sus lágrimas; era como la lluvia que cae a gotitas sobre una rosa; pero el agua de sus ojos quemaba como si brotara hirviente.
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