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a AAA mee ao — 19% — mo ya le conocíamos por una visita que hizo aquí a su hermanito —Es verdad,—exclamó Angelita;—lo contó en casa. —Es joven de mucho provecho); si cuaja servirá mag- níficamente. Voy a avisar. ¡Ojalá no cuaje!—dijo Angelita cuando se hubo ido el fraile. —¡Veremos!—añadió el tío. Si está firme en su VOca- ción, no le hablaremos del caso abiertamente: al verte tendrá una lucha. Me duele todo el cuerpo de pensar que lo voy a ver después de y que vengo a alterar su paz. -¿Qué sabes tú?.. A Angelita le embargaba un ensueño de felicidad y de miedo; una como embriaguez suave de enternecimiento, No había allí un espejo para contemplar en aquella hora su armonioso y bello cuerpo. Se oyó un ruido ligero de llaves. Unos pasos fuertes y presurosos. .. una tos de ““muletilla” en semejantes ca: sos. Ya está Gaudencio a la puerta. Angelita ha temblado y se ha puesto pálida, se le han caído el bolsón y el aba- nico... Apenas acierta a levantarlos de miedo de que la sorprenda Gaudencio. De pronto, se abre la puertecita: ¡Dios mío!—exclama el joven levantando los ojos. ¡Ay, Gaudencio!—interrumpe la niña dejando que le broten unos bellos diamantes de sus claros ojos. —¡Pero!. .. ¿Esto qué quiere decir?—añade él. Nada; que te vengo a buscar—solloza ella, rompien- do en un llanto incontenible. Hace un mes poco más me dijiste que se había roto

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