BCCPAM000R09-1-25000000000000

> a + nos ES DA a IA RR o SA BO > 40 — Argoñas... Parecíanse a blancos nidales que hicieran los hombres para gozar de los encantos del mar. La campana de la torre calló. Un rumor de rezos se percibía desde fuera. Era la salmodia de los frailes; re- zaban sexta- y nona ; —¡Caramba!—exclamó D. Florencio”..—A lo mejor estará en el coro y no podrá bajar. Aquí no hay una casa ni para un remedio. Será un conflicto si nos dicen que vol- vamos a la tarde... ¿Dónde podremos aguardar? ¿dón- de comer? Yo estoy temblando, tío. Temo que vengamos a profanar este lugar. ¿Por qué hemos de alterar el descan- so y la quietud de Gaudencio? ¿No será para él una ten- tación? ¿Podrá agradar a Dios esto? -Será acaso un bien inmenso para él. Tal vez los frailes le están probando y ésta será una buena prueba, y sin discusión definitiva, para él. —Por aquellas escaleras arriba—insinúa el cochero guiándolos : Al fin, un amplio portón... y llaman... Cerca del portón se veían macetas verdes de jazmines, trepando hasta la cornisa de la pared, junto a las argollas de un toldo. Era una mañana ebria de sol. Angelita miraba el patio florido bajo el cielo puro; las tajadas de luz hacían cua- dros cubistas en los muros. . Aparece un leguito anciano, gangoso de habla, tiple de voz, seco de carnes; trae un mandil ceñido a la cintura; es algo meloso. —¡Avemaría!—dice el leguito, por la rejilla de la puerta, —Sin pecado concebida!—contesta el sacerdote. Abrase la puerta.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz