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ar Té mejor-que en tu casa no estarás en ninguna parte. Padre tuyo soy y te declaro la voluntad de apoyarte en todo lo que como hombre resuelvas...; pero sin ocultarte “la dicha sana” que poseemos. Estudiaré una profesión, papá. Pues a ello... con mucha voluntad y honradez. Por mal de muchos pecados, la libertad tiene un trote que despeña al más gallardo jinete. Gaudencio hallábase, sin apariencias rumbosas, mejor que muchos rumbosos, con todo lo que podía estimular el brote de la juventud y el trote de las pasiones. Tenía hasta libertad para divertirse y hartos medios para ello. Años floridos que se engranaban en una mocedad abierta a los cuatro vientos. Los estudios no le ataban más que las horas precisas de clase, y revelaba, si no mucha vo- luntad, mucha disposición. vI Ya de 13 años para arriba, tenía entrada incluso en la Sociedad de Caballeros del pueblo, no para alternar con ellos, sino para aquellas intervenciones propias de mu- chachos para los que era buscado, por su talla, por la honradez de familia y por sus disposiciones personales. Cierto día gris y húmedo en que el sol no quería ale- grar las fiestas del pueblo, la aglomeración de gente en el salón era enorme. Un artista contratado para armo- nizar la fiesta comenzó a preludiar los primeros acordes de una rapsodia húngara, y se equivocó en el papel, teniendo que interrumpir la ejecución. Gaudencio gritó:

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