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—Pero ¿ya cómo? —¿Quieres? ES Sí Pero ¿cómo? —Deja a mi cuenta el asunto y ruega a Dios para que se resuelva conforme. a su beneplácito. —Pero ¡tío! “No hay que discurrir más —Y si él ya —Veremos. Puede ser que le pase lo que a ti. Todavía no hace más que un mes. A los pocos días D. Florencio tomó el camino de X acom- pañado de Angelita Todo lo que se refiere al lugar, paisaje y condiciones del retiro de Gaudencio nos son conocidos por otro ca- pítulo de esta historia. Una mañana a las 11 en punto se detenía a la puerta de aquel monasterio un coche cerrado. Descendió un sa- cerdote; luego una señorita. El cochero se hizo cargo del equipaje; conocía muy bien la casa. -Por aquí, a la derecha-—dijo.— Dieron unos pasos temblorosos. Angelita se apoyó en su tío para no caerse. Una campana colgada de una espadaña hendía el aire con unos sones ligeros, agudos y largos La mar envia- ba sus brisas empapadas en sal y en jugo de marismas. Allá lejos se delitaba el horizonte y se veían poblaciones por todas partes. Santoña, Laredo, Colindres, Cicero, 13

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