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A A e A a ii PRO == A — la dicha. Miró al cielo cuando pudo reflexionar con cal. ma y en su mente se cuajaron nuevas flores del paraíso, Aquella mujercita alegre se apoyó en su fe y buscó ale. grías nuevas, todavía más sanas de las que había gozado. Joven de cuerpo y alma bella de temperamento y de ideas, expuso clara y fiancamente su pensamiento a Gaudencio, casi en la víspera de su boda: —Gaudencio, se me ha muerto el amor de los hombres, Te puedo querer como un ángel, no como una mujer, Si me casase te haría desgraciado. . Mi corazón es un vaso que se ha roto y el licor del amor que te tenía como novio que eras, se ha derramado. Sueño en tierra extra. ña, en campo blanco como la porcelana, pero sin oscu. ridad de nuevos desengaños. La mejor y más pura alegría de mi vida eras tú. Gozábamos en el amor por la espe- ranza del fruto de muchas bendiciones. . He llorado mucho por la muerte de mi mamá ja esta hora! Y rompió un nuevo llanto copioso, agitado. .. —La vida es un mosaico de dolores. La única alegría— añadió—es la que descansa en lo que nunca se puede perder... He creído que en adelante debo ser como una lámpara que arde por mis seres queridos, pensando sé: lo en Dios y en ellos Así hay corazones que en una misma ternura tienen como una fuente viva de felicidad que surge del fondo de las convicciones. .. —Mi alma necesita- -agregó—una soledad absoluta de afectos para creerse digna de mi Dios. .. Gaudencio no oyó la conclusión de la frase; se dió vuél- ta rápidamente y se alejó despavorido. Aquello era inex- plicable... En mes y medio dos inmensas desgracias, El mundo todo se le venía encima. El se sentía aniquilado

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