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171 - uno para ti y otro para mí. Tendré que decírselo con ma- ña para no dañarla con la impresión de agrado. —Esa es mi idea convertida en sueño Al llegar al portal despidiéronse los novios. Gauden- cio, embriagado de placer por el notición le tomó fuer- temente la mano y como impregnado de pasión cariñosa osó formular a media voz, como si no pudiese hablar o tuviese anudada la garganta: —¡Angelita! ¡Angelita! Vamos, Gaudencio, serenidad y amor. —¡Angelita! —¡Qué! —¡Mírame! —Te miro como un hermano entrañable. -¿Nada más? —Todavía nada más. Ya ya somos algo más. Dentro de un par de meses seremos todo. —¡No me lo recuerdes con esa frialdad! Con esta serenidad, querrás decir. —No te pida más que un beso, el primer beso. ¡Gaudencio!—replicó ella imponiéndose. —¡Ya lo comprendo, pero eso ¿qué vale? -——Nada vale el principio; en todo hay que mirar las consecuencias... ¡Adiós! —Espera, ¡mírame un poco! —Ya sabes que te beso muchas veces en mi Dios cuan- do comulgo. Mi'Dios no me prohibe amarte, pero sí ade lantar ciertas cosas —Pues una idea... ¡A ver...

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