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JE un tesoro sin precio, estoy por decirte que ella vale aún más. Se me antoja que vale lo que tú y yo juntos. —Eso será ahora. .. Pero hace 24 años decías que era imposible crear una mujer más perfecta que yo. . ob- jetó Martina, amable y reconocida —Eso hace 24 años. No rectifico el juicio... —¿Pues, entonces? —Que aquella Martina Isabel de la Asunción de hace 94 años se ha encarnado en María; y como tú tienes ya 44, dejaste de ser aquélla. Oyeme, Martina. Si se casa María dentro de dos meses y luego se casa Gaudencio el año siguiente, ¿qué haremos nosotros en la vida? Gozar con su gozo. . Vivir con su nueva vida; tener unos nietitos como los querubines y rodearnos de angelitos de la gloria Entonces, acepto. Acepto todo, todo... Tendremos aquí la corte celestial. .. Gaudencio y Angelita volvían de paseo como dos cla- veles de un tiesto. Una carcajada resonante, limpia de Angelita, estalló en la habitación. —¡Qué alegría traes, hija mía! —habló doña Martina. —¿Pues sabe usted lo que me ha dicho Paco? —¿Qué? ¿Que por qué no nos casamos en Un mismo día? —¡Jesús, Avemaría! —¿Verdad que sería una. . E —Eso es cosa vuestra, hijita. En eso de fechas ando yo muy mal; pero mejor será dar tiempo a la cosa.

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