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e 10H— —María—dice su mamá—: ya podéis señalar la fecha; papá acepta que se haga vuestra voluntad. Entonces, si ha de ser nuestra voluntad. la boda debe celebrarse de aquí a dos meses. Todo está listo y no fal. taba más que la fecha. —¿Qué dices a eso Paco?”—repone él padre—; queréis que sea de aquí a dos meses, pues que sea; si queréis antes, antes. ¡Al fin de cuentas, tengo que perderla! —Papá, estás delirando. ¿Por qué dices que me pierdes; —Porque te gana otro y ya serás suya; y desde que tengas marido, al hoyo el padre. Y apuntaron en los ojos del buen señor dos lucecitas húmedas. Paco se sintió conmovido y miró a María para pedirle una frase, una salida para el caso; pero María contestó antes: —Papá, ¿y no te fijas en que ganas un hijo nuevo?.. —Los dos quedaremos en su poder—expresó el joven muy sencillo. —Sí, sí... — gimoteó el padre, sin poderse contener, Era tanta la adoración que tenía por María, que una palabra suya era un mandato para él. Cuando se hallaba encamado por alguna enfermedad quería que fuese ella su enfermera. Cuando tenía algún disgusto en la vida, se lo contaba a ella y era su fiel e inteligente secretaria' Un día echóle amablemente en cara esta preferencia con María, aquella su santa y admirable esposa. —Tengo un poco de celos, hijo; cuando estás enfermo, no me quieres decir tu mal y en cambio a Marichu se lo cuentas todo, y sólo de ella quieres los cuidados. —-Mujer. Esa hija eres tú y soy yo; hay en ella lo mejor de lo tuyo y de lo mío. Con valer tú tanto, tanto como

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