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> En pleno sol —¡Feliz el que sabe sentir!... —exclama Gaudencio. —¡Feliz el que piensa lo que siente!—replica Angelita. Son las dos de la tarde; han comido con una alegría de hace un año. Son felices viviendo cerca, muy cerca. María está muy ocupada. Le ha venido el novio y lo atiende .con delicioso mimo. En este momento de la novela están reunidos los papás de María Resuelven. -Me parece muy pronto, Martina—dice el señor —Paco tiene interés y la chica lo desea. —Sería mejor esperar a que -No hay que esperar nada Estas cosas deben re- solverlas los mismos interesados. Una vez que el asunto está convenido que se casen. —¡Pronto se dice eso! Realmente yo lo deseo para mi hija, pero... ¡me cuesta tanto perder a mi hija! —Es un destino providencial. Nacimos para algo y cuando llega el momento hay que responder al deber. —Tienes razón. Antes que ella te casaste tú y antes que Paco me casé yo; pero ¿sabes lo que pierdo yo ron perder a mi hija? —¿Crees que tú solo la engendraste? También la siento yo y acaso más que tú; pero bien, hay que perderla y con esperar no hacemos nada. ¿Quiéres que los llamemos, pues, para decirles nuestro acuerdo? Mira, ahí vienen: fíjate qué felices..
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