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— 161— —Voy a terminar la carta. —¿No has dicho que el amor es inagotable? _Pero el papel no admite más. ¿Qué le dices? —Lo que le dirías tú a Gaudencio... Las muchachas tenemos un mismo estilo de amor. _Pero no unas mismas cosas que decir -Quítale a esta carta esto de “espera un poco”, y lo demás lo podías firmar tú. —¿Te quiere mucho Paco? Eso no se mide por lo que dicen, sino por lo que hacen. —En este caso convendrás conmigo que Gaudencio me quiere de veras. ¡Pobre chico! Te debe querer doblemente, porque le has regenerado... —Cuando considero que mi recuerdo le ha hecho tanto bien, lloro de... gozo. —Y eso que empezaste... como empezaste... -Lo empezaste tú y lo acabará Dios A. El alma de Angelita voló en un suspiro, como una pa- loma. De pronto una gran mancha negra se cierne sobre el comedor, donde están las dos amigas... Una oscura nube se interponía entre la tierra y el sol, proyectando aquella sombra fantástica. —¡Qué oscuridad rara!—exclama Marichu. —Es aquella nube, ¿ves? Trae tempestad de seguro; viene de Bermeo; viene cargada de agua o de piedra. 11

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