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a A 2100 — -¿Tienes mucho que contarle? El amor nunca se agota y sí se agota se crea de nuevo, ¿No te prometió que vendría a verte uno de estos días? Sí, pero por no privarte de mi compañía, ¿sabes? le dije que ya recibiría carta mía avisándole que se pu: siese en viaje. —¿Le mandaste? —Y me obedece. -Es bueno Paquito, ¿verdad? ¿No le viste durante las fiestas qué campechano y noblote? -Un poco ingenuo. -No te fíes de los muy ingenuos. A lo mejor te mienten con una formalidad que hace honor al Olimpo. —¿Le dices que venga? —Le digo que espere. —¿Sabes que eres formidable? Yo no podría esperar. —Tú esperas todos los cursos... Ocho meses. -—Por necesidad. Pero ¡si pudiera! ¿Crees que Gauden- cio encontrará bien que haya mudado de carácter? —Mi hermano es inteligente y encontrará más bien el cambio, porque todo ha cambiado a tu rededor. —Menos mi amor para con él. -«¿Sabes que estas frambuesas tienen un sabor a glo- ria? —dijo María, paladeando una muy suave. —Son de mi huerta vieja. Nos las trajo el capataz de la finca. ¡Qué pena me da cada vez que le veo traer algo! -¡Los recuerdos de cosas idas!... deja que duerman. Una bandada de pájaros se desgañitaba sobre el alero del cristal y en la copa de un tilo. —Cómo cantan, ¿no?

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